11.10.2002 – 15.12.2002
Producción: Fundación Laxeiro
Comisario: Antón Castro
Guillermo Aymerich, (Santiago de Compostela, 1964) en su continuo diálogo entre la pintura y la fotografía, desarrolla para la Fundación Laxeiro un trabajo hecho in situ, para el que adoptó la ciudad de Vigo como residencia desde el pasado mes de marzo.
Su habitual forma de trabajar, utilizando el desplazamiento a lugares concretos a partir de los que comienza el proceso creativo, tiene en esta ocasión, un hilo conductor (el agua) que anima a una relectura de obras anteriores, puestas ahora en relación con obras nuevas hechas para la ocasión, a partir de la luz, paisaje y tránsito de la Ría de Vigo.
Con este método, el proceso se presenta como parte fundamental del resultado final, convirtiéndose la obra expuesta en la culminación de un itinerario geográfico y estético que encuentra en cada parada un punto de inflexión a partir del cual surgen nuevas claves de interpretación.
EDICIÓN EN VÍDEO
Por ello, se fotografía cada uno de los estadios del proceso y -en la medida en que es posible- se catalogan como parte intrínseca de la obra. Dichos estadios son secuenciales y generativos. Los elementos que conforman cada una de las series, también. Y, en ocasiones, entre una serie y otras, existe la misma intención secuencial. Así pues, parece “obligado” atribuir movimiento a estas partes y hacer animaciones en formato vídeo, ya que, como dice el comisario de la exposición Antón Castro: “…el cuadro es fotograma o secuencia que adquiere sentido en el todo de su desarrollo fílmico, es decir, en la escenografía de su instalación…”
RELACIÓN ENTRE FOTOGRAFÍA Y PINTURA
En este contexto, Aymerich plantea un continuo juego entre las potencialidades de la fotografía y la pintura, de tal forma que, mediante la utilización de series concatenadas, el autor plantea relaciones de oposición, complementariedad, multiplicación o negación de un género con respecto al otro.
DISCURSO ESTÉTICO
Este planteamiento, con una intención conceptual evidente, conforma una obra compleja, donde el autor proyecta sus impresiones a la manera de los pintores románticos. Por otro lado, el aspecto vivencial de su obra, conecta directamente con algunos aspectos de las vanguardias históricas: el tratamiento del azar y la voluntad artística así como utilización de la función indicativa de la obra, herencia de Duchamp y los Dadaístas, son retomados por Aymerich de forma que, como nos dice Elisabetta Longari en el segundo texto del catálogo: “…Aquí todo y nada es autobiográfico. O mejor, en su trabajo todo emana de las ocasiones de la vida pero nada es estrictamente autobiográfico…”