Sala A. 64 obras de Laxeiro que conforman un recorrido cronológico por toda su trayectoria
La Colección permanente de la Fundación Laxeiro muestra un total de 64 obras, donadas por el artista a la ciudad de Vigo, a través de las que se muestra la evolución de su pintura a lo largo de su vida.
Estructurada de forma cronológica, la exposicón comienza con obras de su primera época (años treinta y cuarenta) en la que se pueden ver piezas fundamentales de esta etapa. Son obras que ejemplifican lo que se conoce cómo Estética granítica, una forma de pintar caracterizada por la texturización de la pintura, la utilización de colores ocres y tierras, un considerable tenebrismo y el horror al vacío característico, no sólo de esta época, sino de toda su obra. Esta etapa se enmarca dentro de las corrientes de la Vuelta a la orden o Nueva objetividad que desde Alemania se extendieron por Europa, reivindicando una vuelta a la figuración, después de la resaca de la descomposición de la imagen dejada por el Cubismo y la Abstracción geométrica.
En esta etapa Laxeiro encuentra una forma de actualizar el lenguaje pictórico gallego, (huyendo de las influencias del Impresionismo que, desde el Mediterráneo se extedió por España, produciendo una pintura decadente de escaso interés) y mira hacia el norte y las culturas germánicas, consiguiendo un lenguaje propio que combina la cultura tradicional gallega con un tratamiento plástico acorde con las vanguardias del momento. La mirada barroca, tan presente en toda su obra, está presente también en esta etapa, con claras influencias de Rembrant y Goya, anticipando una gestualidad que sería definitoria de su estilo que, más tarde se inscribiría dentro de parámetros expresionistas.
Otra de las características de esta primera etapa es una excepcional capacidad fabuladora que llevaría al artista a componer obras en las que lo fantástico se mezcla con la realidad, en la más pura tradición cunqueiriana, ilustrando así toda la tradición oral característica de la cultura gallega, en la que el misterio y la muerte, forman parte intrínseca de la vida cotidiana.
Obras fundamentales de esta etapa como Carnavalada, de 1931; Carrotón de niños, de 1934 o el fundamental Trasmundo, de 1946, forman parte de este primer capítulo de la Colección permanente.
La exposición continúa con uno segundo capítulo dedicado a su estancia en Buenos Aires (1951-1972). Este segundo apartado arranca con el Autorretrato, de 1952. Una obra fundamental para entender el cambio que sufrió la pintura de Laxeiro a su llegada a Argentina. Esta pieza es un magnífico ejemplo del Laxeiro expresionista, con claros paralelismos con movimientos como el Grupo CoBrA, o el Art Brut. Laxeiro se abre en esta época hacia lenguajes informalistas, rozando la abstracción y soltando su trazo que es uno de los más característicos de la pintura española del siglo XX. Esta es una época en la que podemos encontrar también influencias de Picasso (Hans de Islandia, de 1966 o La vida, de 1968). Su pintura se bidimensionaliza y los colores van adquiriendo luminosidad, cambiando los ocres y tierras por amarillos, rojos y azules. Continúa ese horror al vacío característico de toda su obra y no deja de homenajear a la escultura románica, como sucede con Músico, de 1963, en un alarde de convivencia de estilos y de actualización de iconografías de la cultura popular gallega.
Hay un tercer capítulo que se ocupa de su regreso a España, en 1972, convertido ya en un artista maduro que es capaz de producir obras de una abstracción gestual colorista y esquemática con las que se adelanta a movimientos como los Nuevos Salvajes alemanes (El color, de 1974) y reinventar a Picasso en el delicioso lienzo Homenaje a Lala, de 1979.
La Exposición tiene también un capítulo dedicado a su faceta dibujística con un especial hincapié en el retrato sobre papel, género en el que destacó y que no dejó de practicar en toda su trayecotoria.