Mutación inducida, Silverio Rivas

Título. Mutación inducida

Artista: Silverio Rivas

Tipo de obra: escultura

Comisario: Javier Pérez Buján

Inauguración: 30 de septiembre, 2016. 19.00h

Clausura: 20 de noviembre, 2016

EL PROYECTO

Se podría decir que en Mutación inducida el visitante se va a encontrar con la cara oculta del escultor Silverio Rivas (Ponteareas, 1942), debido principalmente a la escala de este proyecto, ya que se trata de una exposición de piezas de pequeñísimo formato, pero también a los materiales utilizados y al proceso desarrollado para su consecución.

 

Nada hay en esta exposición que nos remita a la rotunda solidez de la mayoría de sus trabajos, ni mucho menos a la monumentalidad de quien es conocido principalmente por sus proyectos de obra pública. Ni siquiera los materiales son los que habitualmente cualquier conocedor de su trabajo esperaría encontrarse y los complejos procesos de producción, tan característicos de su obra, están también ausentes.

 

Cabría preguntarse entonces qué queda de Silverio Rivas en Mutación inducida y, una vez superadas las ideas preconcebidas, los prejuicios con los que acostumbramos a etiquetar la obra de nuestros artistas favoritos, descubriremos que Mutación inducida no solo es Silverio Rivas en estado puro, sino que además, nos muestra una faceta privada del artista, un estadio previo a su dimensión pública y, precisamente ahí radica el interés de esta exposición.

 

Silverio Rivas siempre se ha ocupado de cuestiones como el equilibrio y la tensión entre contrarios, buscando la armonía a partir de la utilización de la materia y el espacio vacío, la forma absoluta que decía su admirado Constantin Brancusi, a la que Silverio incorpora el espacio como elemento que completa la obra, generando por contraste, un dinamismo que quizás es uno de los rasgos más característicos de su trabajo. El equilibrio en la obra de Silverio Rivas es el resultado de una calculada tensión entre materiales y geometrías, en el límite de las reglas físicas y visuales con las que acostumbramos a leer el mundo.

 

Mutación inducida se ocupa de estas cuestiones desde la inmediatez de los materiales efímeros y la ligereza de quien sabe dibujar en el espacio con maestría, utilizando las tres dimensiones para crear divertimentos plásticos, juegos de la mente de quien es incapaz de pensar sin materia, de pensar sin utilizar las manos, produciendo así una obra ligera en materiales, dimensiones y procesos, pero a la vez muy compleja, digna de llevar a una clase de arquitectura en la que se estudiara la organización espacial de los objetos y su capacidad de generar movimiento a partir del ritmo y la cadencia de cada línea dibujada en el espacio.

 

Por todo esto, podríamos hablar de la obra de Silverio Rivas en términos musicales: espacio/silencio; materia/sonido; dinamismo/ritmo… y siguiendo este símil, Mutación inducida, lejos de ser una gran obra sinfónica, sería quizás un puñado de composiciones para grupo de cámara, un conjunto de divertimentos que, al igual que ocurre en la música, contendrían sin embargo las principales características que definen el conjunto de la obra de su autor.

 

 

LA EXPOSICIÓN

Formada en su totalidad por piezas de pequeño formato, la exposición se estructura en dos tiempos de observación, propuestos por la forma en la que se presenta la obra:

Al acceder a la sala, el espectador se encuentra con cuatro grupos escultóricos en otras tantas vitrinas sobre peana. Se trata de pequeñas esculturas, realizadas en hojalata y otros materiales, a partir de objetos reciclados como envases, trozos de madera, vasos, cables, alambres, etc. Todas estas pequeñas piezas son mutaciones de objetos preexistentes, inducidas por el artista para materializar su pensamiento continuo sobre el volumen y el espacio. El lenguaje escultórico se produce aquí mediante las técnicas del recorte y el ensamblaje, desarmando formas geométricas puras como el cilindro, la esfera o el óvalo, para llegar a otras soluciones que tienen más que ver, como ya se dijo antes, con el dibujo en tres dimensiones que con la escultura en su sentido clásico, entendida como el acto de esculpere sobre piedra. Estas pequeñas piezas nos hacen pensar en una suerte de juguetes surrealistas, unas veces por la inevitable asociación figurativa y otras, por lo absurdo de los personajes resultantes. No podemos evitar pensar en las criaturas circenses y los móviles de Alexander Calder, pero también nos remiten a Cy Twombly o a Eugenio Granell, en primer lugar, por lo ínfimo del formato y en segundo lugar, por un espíritu lúdico que es inherente a cada pieza. Todas, presentadas así, en pequeños grupos quizás acentúan esa liviandad de la obra en cuanto a su proceso y características materiales y formales, a la vez que nos invitan a una profunda reflexión sobre la forma y su relación con el espacio, una de las preocupaciones constantes de Silverio Rivas en todas sus facetas plásticas.

 

En un segundo tiempo de observación, veremos en algunos de los paños expositivos, varias series formadas por obras de pared, que son el resultado de innumerables paseos del artista por los alrededores de su estudio en Tui. Se trata de objetos encontrados, envases de refrescos aplastados por las ruedas de tractores y camiones, que Silverio Rivas rescata de los caminos de tierra y de las cunetas de pistas asfaltadas, recolectados de forma paciente, dejándolos envejecer en su abandono, al ritmo de la intemperie. No se trata tanto de salir a buscar, como de encontrarse con ellos, recoger los que se encuentran en el estado que al artista le interesa y dejar los que todavía presentan un aspecto demasiado lustroso, para que los elementos vayan haciendo su trabajo hasta que adquieren un aspecto interesante para el autor.

 

Se trata de una obra que surge a partir del encuentro, una obra que combina la manufactura del envase industrial con el efecto de la erosión producido por la naturaleza. Silverio solamente interviene como un recolector avisado y sensible que selecciona aquellas piezas que sirven a su proyecto artístico, esperando pacientemente el paso del tiempo para cobrarse nuevas piezas como un regalo. El proceso, tan importante en el trabajo escultórico, se vuelve aquí cómplice de la lluvia, el sol, la tierra, el viento y el agua y una mirada sensible que sabe ver, descontextualizar y re-contextualizar un objeto de desecho, para tornarlo en elemento de reflexión a través de la contemplación estética y, en última instancia, hablarnos del ciclo vital y las múltiples transformaciones de la materia que para unos son el resultado de la muerte y para otros, de una nueva forma de existencia.

 EL ARTISTA

La exposición, que se puede visitar en la sede de la Fundación Laxeiro, en Vigo, hasta el 20 de noviembre, ofrece la oportunidad de acercarnos al pensamiento de uno de los pioneros de la escultura abstracta en Galicia, autor de hitos como A porta do Atlántico (1991) que se puede ver en la viguesa Praza de América; Horizonte para o sol (2003), ubicada en el Campus de la Universidad de Vigo, o el más reciente Monumento do Bicentenario (2010) situada en la Glorieta del mismo nombre en la ciudad olívica. Destacan también otras obras emblemáticas del artista como la titulada Proa ó mar (1982), que se puede ver en Corrubedo, Riveira, A Coruña, realizada en Hormigón armado, o el Dolmen do novo milenio (1999), situada en Santiago de Compostela.

 

 

Silverio Rivas lleva más de cuarenta años dedicado a la escultura, construyendo un lenguaje propio que tiene en el escultor rumano Constanin Brancusi el detonante a partir de quien comenzó la construcción de su proyecto artístico, después de estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, donde recibió clases de maestros como el escultor Camilo Nogueira. Aprendió las técnicas de la escultura en bronce en el taller del escultor Xoan Piñeiro y más tarde, se trasladó a Madrid, donde estudió también en la Escuela de Artes y Oficios y en el Círculo de Bellas Artes. A principios de los años setenta, durante un seminario en Sargadelos, aplica sus ideas sobre la escultura articulada y modular a la técnica cerámica. En 1979 se traslada a París, donde trabaja intensamente, abriendo un estudio que todavía mantiene en la actualidad.

Miembro del grupo Atlántica, es a partir de los años ochenta cuando su trabajo comienza a ser reconocido por la innovación en el lenguaje escultórico y su preocupación por la tensión y el equilibrio entre la materia y el espacio vacío. Ha expuesto en diversas ciudades españolas y europeas como Munich, Bruselas, Montpellier,  Dublín, París, Ostende, Friburgo, Frankfurt, Oporto, Lisboa, etc.

En 2015 recibió el Premio Laxeiro,  como reconocimiento a toda una trayectoria enriqueciendo la cultura gallega, en su caso, en el campo de la escultura contemporánea.

 

Fundación Laxeiro

La Fundación Laxeiro fue constituída legalmente el 23 de febrero de 1999 por acuerdo del Ayuntamiento de Vigo y de la Familia del pintor siendo declarada por las consellerías de Presidencia y Administración Pública y de Cultura, Comunicación Social y Turismo, de la Xunta de Galicia, de INTERÉS CULTURAL y de INTERÉS GALLEGO respectivamente.

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