Colmeiro, dibujos de juventud

La Fundación Laxeiro presenta la primera entrega de un nuevo ciclo anual que, con el título, Los renovadores, mostrará la obra de los artistas que formaron parte del grupo del mismo nombre de la Vanguardia histórica gallega.

El ciclo se inaugura con esta exposición de Manuel Colmeiro Guimarás (Silleda, Pontevedra, 1901-Salvaterra do Miño, Pontevedra, 1999), una de las figuras clave de la renovación plástica gallega en el siglo XX que, con Laxeiro, Luis Seoane, Carlos Maside, Virxilio Blanco, Arturo Souto, Manuel Torres, Fernández Granell y otros, introdujeron la pintura gallega en la contemporaneidad, empapados del espíritu de cambio que el siglo XX trajo a todas las facetas de la cultura, la ciencia y la sociedad.

La exposición es una cuidada selección de piezas que abarcan un período concreto (1918-1939) de la trayectoria de Manuel Colmeiro. Un período en el que traza las constantes de lo que sería todo su trabajo posterior. Este es un período que va desde su etapa de formación, de la que se incluyen piezas como la obra inédita titulada Traballador de 1918, hasta finales de los años treinta, cuando estos artistas estaban ya consolidados, a pesar del fracaso de su proyecto como grupo, provocado por la victoria fascista en la Guerra civil española.

El primer tercio del siglo XX, es un período intenso en la vida de Colmeiro. Buenos Aires, Madrid, Barcelona, Bilbao, Lisboa y las principales ciudades de Galicia, son escenarios de diversas exposiciones del artista a quien le sorprende la Guerra Civil durante la preparación de una exposición individual en el madrileño Círculo de Bellas Artes.

La muestra se concibe como un acercamiento al proceso dibujístico del artista y, para ello, se incluyen, tanto bocetos y dibujos preparatorios, como obras terminadas, en una propuesta que ilustra las temáticas que serán constantes en su obra durante toda su trayectoria, como el mundo rural en su doble faceta de idelalización bucólica, con obras como Bañistas de 1936; y de homenaje a los trabajadores como Labrega Apañando a folla, del mismo año. Hay también ejemplos de su obra muralística con interesantes bocetos como el magnífico O traballo non debe ser unha escravitude, de 1937 y diferentes piezas con motivos portuarios, presumiblemente realizados en Buenos Aires, todas de los años veinte. También se puede ver una magnífica obra, tiutlada Galicia, de 1928 un homenaje a los trabajadores del campo gellego, con una clara influencia negrista en la línea de artistas como el español Guitérrez Solana, el noruego Eduard Munch o el alemán George Grosz, muy en consonancia con las preocupaciones estéticas de Los renovadores que, en el primer tercio del siglo XX, miraban hacia el norte europeo en busca de referencias con las que renovar la pintura gallega y ofrecer una alternativa al costumbrismo idealizado de la generación anterior, representada por artistas como Sotomayor.

Resulta muy interesante comprobar cómo el dibujo es para Colmeiro, una importante herramienta expresiva que resultará decisiva como medio de organización compositiva de su pintura, como afirmará Rafael Dieste en 1941:

 [la pintura de Colmeiro] tiene toda la gramática que necesita (…) El sentido más cabal de la composición no se detiene solo en las equivalencias de estructura y en las compensaciones de color que sosiegan el cuadro, sino que busca y encuentra una concordancia más profunda: la que libera de su limitación a cada una de las categorías de sensibilidad que pueden concurrir en la visión del cuadro y de su objeto, y articulando a unas la virtud de las otras, da a su consistencia nada menos que el don de la palabra, pues hay entonces algo que, con todo derecho, puede llamarse idioma plástico[1]

 Y es que toda la pintura de Colmeiro está atravesada de esa sabiduría, ese dominio del lenguaje plástico que él ordena, principalmente a partir de la organización de la superficie pictórica mediante la línea. Una línea limpia y, a medida que va evolucionando, cada vez más fina. Una línea rotunda que persigue un dibujo esquemático, sin adornos, esencial en su planteamiento y en su ejecución, como producto de un ejercicio de simplificación que en esta exposición se puede rastrear, desde sus primeras obras de 1918 y los primeros años veinte, marcadas por un expresionismo evidente, hasta las piezas de finales de los años treinta, en las que ese ejercicio de limpieza marcará el dibujo colmeiriano y dotará a toda su obra de una modernidad implícita en la factura de la línea. A pesar de que no visitará París hasta 1948, es evidente ya en algunas de estas obras su interés por pintores como Cezanne y, por supuesto Picasso, al que llegará a conocer en la década de los años cincuenta. Ese dibujo esquematizado, de línea fina y limpia, nos remite inevitablemente a la forma de utilización de la línea del malagueño quien marcó a toda una generación de artistas, preocupada por alcanzar la máxima expresividad utilizando el mínimo de elementos dibujísticos.

 

Este ejercicio de simplificación está presente también en la utilización del color. Una simplificación que lo lleva a la eliminación de todo cromatismo que resulte superfluo para entender la luz de cada pieza. Adquiere así la obra una coherencia evidente, en la que dibujo y mancha se complementan al servicio del resultado final, siempre sobrio, elegante y equilibrado.

Con una clara conciencia política que, dentro del espectro republicano, se situaba en las filas del comunismo, Colmeiro retrata la cultura popular gallega desde una conciencia de clase, resaltando en lo popular, el valor y la dignidad del trabajo, plasmados en escenas de puerto, de tareas campesinas y de mercados y que adquirirá tonos épicos en sus murales de los años treinta, de los que se incluyen tres bocetos en esta exposición.

Pero también existe Colmeiro hedonista, influenciado quizás por su etapa en Barcelona. Un Colmeiro que galleguiza la iconografía mediterránea con piezas como Despois do baño de 1933, año en el que expone en Barcelona. Son obras en las que traduce a su personal lenguaje, la iconografía de la tradición grecolatina y encuentra coincidencias con artistas como Matisse, con quien coincidirá a lo largo de su carrera en el tratamiento del color, a veces muy próximo a las aportaciones del fauvismo.

No podemos dejar de mencionar dos estupendos autorretratos 1933 y 1938 respectivamente en los que el artista despliega toda su habilidad dibujística y el tema por excelencia de Los renovadores: la maternidad como icono de la cultura ancestral gallega que en Colmeiro, igual que en Maside o en el propio Laxeiro, adquiere una dimensión de arquetipo, de icono-símbolo de la Galicia popular, en un ejercicio de extrapolación de la tradición iconográfica religiosa que Los renovadores, recuperan para hablar del pueblo como esencia cultural.

Colmeiro, dibujos de juventud se presenta como una propuesta que muestra proceso y resultado final en una misma exposición, mostrando un Colmeiro, centrándose en los años de juventud en los que Colmeiro traza, de forma decisiva, el proyecto plástico que desarrollará a lo largo de todo el siglo XX.


[1] DIESTE, R. Colmeiro: breve discurso sobre a pintura, co exemplo dun pintor en: DIESTE, R; PÉREZ, M.A. (ed): Textos e crítica de arte. Vigo: A Nosa Terra, 1995. Publicado originalmente en DIESTE, R. Colmeiro. Buenos Aires: Emecé Editores, 1941

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